Cumbres borrascosas by Emily Brontë

Cumbres borrascosas by Emily Brontë

autor:Emily Brontë [Brontë, Emily]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1847-01-01T05:00:00+00:00


CAPÍTULO XVI

Hacia las doce de aquella noche nació la Catherine que usted vio en Cumbres Borrascosas, una niña sietemesina y enfermiza, y dos horas después moría la madre, sin haber recuperado la conciencia suficiente para echar de menos a Heathcliff o reconocer a Edgar. El desconsuelo de este último por su pérdida es un asunto demasiado penoso para detenernos en él, sus efectos posteriores demostraron lo profundo que había calado. A esto se añadía algo importante, para mí, el hecho de que había quedado sin heredero. Lo deploraba yo al contemplar a la débil huérfana y mentalmente reprochaba al viejo Linton el haber legado su hacienda a su hija (lo que no era más que una parcialidad natural) en lugar de a su hijo. ¡No fue bien recibida la niña, pobrecilla! Durante aquellas primeras horas de su existencia, podía haber llorado hasta morir y a nadie le hubiera importado. Compensamos luego ese abandono, pero su principio fue tan desamparado como será probablemente su fin.

La mañana siguiente —clara y alegre en el exterior— se deslizaba tamizada por las persianas de la silenciosa habitación y envolvía el lecho y a su ocupante con un tierno y suave resplandor. Edgar Linton tenía la cabeza apoyada en la almohada y los ojos cerrados. Sus hermosas y juveniles facciones eran casi tan cadavéricas como las del cuerpo que yacía a su lado, y casi tan inmóviles, pero su quietud era la del agotado por el sufrimiento, la de ella de perfecta paz. La frente tersa, los párpados cerrados y en los labios la expresión de una sonrisa, ningún ángel del cielo podía ser más hermoso que ella. Y yo compartía la calma infinita en que reposaba. Mi espíritu no estuvo nunca en un estado de mayor santidad que mientras contemplaba aquella apacible imagen del divino descanso. Instintivamente repetía las palabras que ella había dicho pocas horas antes: «¡Incomparablemente más allá y por encima de todos nosotros!». ¡Se halle aún en la tierra o ya en el cielo, su espíritu está con Dios!

No sé si es una peculiaridad mía, pero rara vez no me siento feliz velando en la habitación de un muerto, si no comparte ese deber conmigo un deudo enloquecido o desesperado. Veo un reposo que ni la tierra ni el infierno pueden romper, y siento la seguridad de un más allá sin fin y sin sombras —la eternidad en la que ellos han entrado—, donde la vida no tiene límites en su duración, ni el amor en su compasión, ni el gozo en su plenitud. ¡Me di cuenta en aquella ocasión de cuánto egoísmo hay incluso en un amor como el del señor Linton al lamentar tanto la bendita liberación de Catherine! Desde luego se podría dudar, después de una existencia tan rebelde y díscola como la que llevó, de si merecía al fin un cielo de paz. Cabría dudar en momentos de fría reflexión, pero no entonces, en presencia de su cadáver que reafirmaba su propia tranquilidad, lo que parecía la promesa de una quietud igual para quien lo habitó.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.